Pedró: “Las universidades tienen que reinventarse para dar el salto en calidad y equidad” / Página 12
Por Constanza Bonsignore // El principal desafío para los sistemas de educación superior en América Latina es dejar de pensar en términos tradicionales e innovar para mejorar la calidad académica y el acceso de los estudiantes, dice Francesc Pedró, recién designado director del Instituto para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (Iesalc-Unesco). Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, Pedró dialogó con Página 12 sobre la situación de las universidades latinoamericanas, la crisis presupuestaria, la gratuidad y otros temas.
-¿Cuáles cree que son los principales desafíos que tiene la educación superior en América Latina?
-El principal desafío que tienen es que deben dejar de pensar en términos tradicionales. Cómo podremos conseguir mayor cobertura, cómo podremos conseguir mayor graduación, haciendo exactamente lo mismo que las universidades de otros países hacían 25 o 50 años atrás. Entonces el principal desafío aquí es el desafío de la innovación. No me refiero a la innovación tecnológica, sino a que las universidades se reinventen para poder dar el salto en equidad y en calidad.
–En el homenaje a los 70 años de la gratuidad universitaria en Argentina, usted sostuvo que el 40 por ciento de los sistemas universitarios del mundo son gratuitos. ¿Por qué cree que hay una mayoría de sistemas arancelados?
-La principal razón es porque la historia del sistema universitario en todo el mundo es la historia de una provisión dedicada en principio a una élite y, por tanto, esa élite nunca pensó en la necesidad de tener una educación gratuita. O en aquellos lugares en que era gratuita la educación universitaria, lo era porque las etapas previas, en particular la educación secundaria o el bachillerato, eran pagas y se reservaban a una élite. De manera que la gente pagaba para hacer el bachillerato y cuando llegaba a la universidad esta era pública, pero en definitiva era para beneficiar a esa misma élite. La masificación y la democratización de la educación secundaria se han traducido también en una gratuidad de esos niveles, por lo menos en las instituciones públicas, pero no todos los países han cruzado la frontera más allá de los 18 años de edad, que en la mayoría de los países es la entrada en la mayoría de edad o la adultez. Entonces se considera que a partir de ese momento ya no entramos en una dinámica de obligatoriedad escolar, sino que es más bien una dinámica de opcionalidad.
-¿Cómo debería ser el sistema de ingreso en las universidades para que haya un acceso lo más igualitario posible?
-La batalla de la equidad en la educación superior paradójicamente no sólo se juega en los niveles más elevados. La equidad se juega en el periodo de 0 a 6 años. Es decir, las políticas en favor de igualdad de las oportunidades en educación empiezan en el mismo momento en que sabemos que va a nacer un niño o una niña. Y esas políticas de equidad en materia educativa no son solo políticas educativas, son también políticas sociales, políticas de vivienda, políticas de sanidad. Es decir, es difícil pensar a una sociedad que es profundamente inequitativa que de pronto amanezca un día con una fórmula mágica que hace que el acceso a la educación superior sí lo sea. Más bien podríamos decir que las sociedades que son más equitativas en todo terminan teniendo mecanismos de acceso también mucho más equitativos. No hay una fórmula mágica. Todo el contexto en el que vive el futuro estudiante tiene que acompañarle en ese ejercicio de la igualdad de oportunidades.
-La situación de crisis presupuestaria que sufren las universidades argentinas, ¿atraviesa a todos los sistemas universitarios de América Latina?
-Sí, hay alguna excepción, pero en general el contexto económico de América Latina, más los vaivenes demográficos, hacen que existan malas perspectivas en términos reales de aumento de la inversión en educación superior. Eso no significa que no debamos recordar que es una responsabilidad de los Estados y que deben seguir invirtiendo más, pero no hay ninguna señal que permita imaginar que puede haber una expansión del gasto social a corto plazo. Una de las desventajas o inconvenientes de esta región es el carácter cíclico. Ahora estamos en un mal momento. Pero vendrán tiempos mejores, y cuando lleguen habrá que recordar que el compromiso público con la educación no es solo una cuestión de discurso, sino de compromiso presupuestario.
-¿Cómo piensa a la universidad del futuro?
-Es difícil de decir porque nadie puede saber cómo van a ser las cosas, pero, en el contexto de cualquier sistema educativo, las universidades son las que más innovaciones y con mayor rapidez están produciendo, innovaciones en los métodos de enseñanza, innovaciones en la organización de los estudios. Creo que veremos muchas más en el futuro, orientadas a hacer que la provisión de educación superior sea mucho más flexible y a que también el estudiante pueda seguir siéndolo a lo largo de la vida. Yo creo que empoderar al individuo desde una perspectiva de mayores y mejores oportunidades en educación a lo largo de la vida es algo que tenemos que conseguir, pero cómo se hará es la pregunta del futuro. Se están explorando muchas vías y todavía no hemos conseguido la respuesta definitiva.
Entrevista extraída de Página 12
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