En el Día Mundial del Docente
Como cada año en el día de hoy celebramos la labor docente. Y más aún en este año de 2022 porque conmemoramos el 25 aniversario de la Recomendación OIT/UNESCO sobre el estatuto de la profesión docente universitaria (1977). Conviene recordar igualmente que en este mismo año la UNESCO ha promovido dos importantes eventos globales que recuerdan la importancia de la labor docente, en particular en el horizonte de la Agenda para el Desarrollo Sostenible: la Tercera Conferencia Mundial de Educación Superior y la Cumbre Mundial para la Transformación de la Educación. Además, este año ha sido también el que en la mayoría de las instituciones de educación superior se han podido reabrir las aulas tras la pandemia.
Es la pandemia, precisamente, lo que ha hecho que la Recomendación OIT/UNESCO tenga hoy más vigencia que nunca. En primer lugar, porque nos recuerda los deberes y los derechos de los docentes. Es bueno acreditar que, en este sentido, hemos prestado mucha atención a las dificultades financieras y tecnológicas de los estudiantes, así como a los efectos perversos que el aislamiento social ha tenido sobre su salud y bienestar mental y hemos destacado cómo gobiernos e instituciones han hecho mucho más de lo que se esperaba para dar respuesta a estas necesidades. Pero quizás no hemos prestado suficiente atención al hecho de que ha sido el personal docente el que ha estado allí, más allá de lo que se les podría haber exigido en base a sus compromisos contractuales: no solo han cumplido con sus deberes y obligaciones, sino que, con frecuencia faltos igualmente de medios, han llevado el peso de la continuidad pedagógica sobre sus hombros.
Indudablemente, en el terreno de la docencia se ha hecho un salto incalculable hasta el punto de que ahora cuando se evoca la imagen de la experiencia docente en la educación superior ya no vienen a la mente las hileras de asientos en las aulas, sino un escenario mucho más complejo, mezcla de hibridación entre presencia y mediación tecnológica, que también es más exigente para los estudiantes y, por supuesto, para los docentes.
Por esta razón, en un día como hoy releer la Recomendación OIT/UNESCO nos recuerda la importancia de que los docentes en educación superior puedan desarrollar su labor docente, investigadora y de extensión en condiciones apropiadas. Inevitablemente, habrá que repensar las asignaciones docentes que eran formuladas típicamente en horas de pizarra para tomar en cuenta que la hibridación es, tácita o explícitamente, una apuesta por la personalización y la tutorización. Semejante transformación no solo exige una respuesta pedagógica, en términos de mecanismos de apoyo al desarrollo de las capacidades docentes tecnológicas y pedagógicas, sino también laboral: ¿qué docente de educación superior no vive hoy en un contexto en el que sus horas lectivas ya no están ni parametrizadas ni remuneradas apropiadamente? ¿Será que esta fluidez docente, por llamar de algún modo a jornadas inacabables de atención virtual a los estudiantes ya en el escenario post-pandemia, vino para quedarse? Y de ser así, ¿significará esta fluidez el definitivo divorcio entre docencia e investigación para buena parte del personal docente?
Empleemos la celebración del Día Mundial del Docente no solo para reconocer y celebrar su compromiso, sino para iniciar el debate acerca de la transformación de la profesión y cómo combatir los riesgos de su precarización. Es un debate sin duda necesario pero, al mismo tiempo, que debe abordarse con la ilusión y el compromiso de construir el futuro de la educación superior sobre una profesionalidad de la docencia en educación superior aún más sólida.
Autor
Francesc Pedró
Director de UNESCO IESALC
RELATED ITEMS